Los solucionadores y los mirones

Jose Valle, 23/04/2017    #POLÍTICA




Leía la carta que dirigió en 1970 Ernst Stuhlinger, un director de la NASA, a la monja Mary Jucunda, que reprochaba la inversión en proyectos de miles de millones de dólares, mientras millones de niños morían de hambre en la Tierra. La brillante y argumentada respuesta del científico, en la que reconocía el problema, pero planteaba las ventajas del modelo, consiguió que la hermana Jucunda contestase así: "Gracias, desde ahora creo firmemente en el profundo valor del programa espacial". Semejante reconocimiento solo es posible por parte de alguien extremadamente generoso e inteligente. Y la generosidad es algo poco habitual cuando hablamos de política. La inteligencia simplemente se pone a disposición de fines más bien feos.

La derecha ya se sabe que es egoísta, solo piensan en lo suyo, malvados. Y la izquierda que es la que va a resolver todos los problemas de la humanidad, es obvio para cualquier observador mínimamente ecuánime, que no lo logrará después de un siglo de experimentos. Tras las ideas más o menos buenistas siempre estará el interés y las prioridades de cada individuo, que en absoluto son como la hermana Jucunda. La ideología y los colores tiñen opiniones y pensamientos.

Luego está ese afan por la competencia absurda y sin sentido. No sé si es propio solo de la izquierda ese acomplejamiento frente a las ocurrencias de otros progresismos, pero tanto si lo es como si no, desde luego no parece que una carrera hacia ninguna parte sea la forma de resolver los problemas de la progresía universal. Pero menos aún los simples humanos.

En los últimos tiempos he escrito varias veces sobre el tema de las etiquetas y la poca importancia que deberían tener en el escenario actual. Están muy gastadas, una buena parte del arco parlamentario son seguidores de políticas económicas redistributivas, socialdemócratas si se prefiere. Entonces como la diferencia en lo económico no existe, Montoro mete la mano en el bolsillo de los ciudadanos superando a cualquier ministro socialista, y la izquierda busca nuevos escenarios en los que sobresalir por exageración, no por solución.

Por ejemplo, creando una educación que no permite a los que menos tienen escapar a un destino que se les está complicando a un ritmo preocupante, mi principal reproche. Matrimonios homosexuales, que aunque están bien, es algo que ni el propio colectivo demandaba. Aborto en cualquier circunstancia y sin importar la edad, que al final hasta el PP acepta, lo que demuestra lo igualados que están. Leyes de violencia de género que no resuelven el problema, porque criminalizan a unas personas frente a otras, por ser de diferente sexo, en algo que no es que tenga todas las papeletas para ser inconstitucional, es que además es sobre todo injusto e ineficaz. Miles de suicidios de los que se oculta tanto el número como las causas, porque nos situaría a todos ante un drama imposible de aceptar. Siempre lo que sea y dos huevos duros.

Se gobierna para el telediario y es así como vamos cayendo poco a poco en los rankings. Hemos pasado de esa mítica novena posición a estar cerca de la 20 y en las próximas décadas seguiremos descendiendo hasta la 30. Y en esta competición, la derecha casi siempre tiene las de ganar, porque entre un postureo y el siguiente, no tienen obligación de hacer el triple salto mortal a cada paso, les da tiempo para colocar alguna medida que resuelve alguna cosa.

Porque creo que el principal problema de la izquierda es que no se ocupa de los problemas de las personas. No es capaz de tomar el estandarte de la exigencia, el de la mejora de los individuos y la sociedad como propios, porque tras décadas creando una sociedad paniaguada sería muy complicado venderlo. Y así solo queda ese afán de convertirse en una suerte de gallina clueca que quiere resolver todos los problemas y no solo no los soluciona, además va creándolos donde no los había. España, Venezuela, aunque la situación no sea comparable, o tantos otros serían buenos ejemplos. Ese es el gigantesco reto que debe afrontar la nueva izquierda: hacer cosas, empezando por preocuparse de verdad por todos los individuos.

En España algunos de estos retos son el modelo de sociedad, el separatismo catalán, pelear por una educación excelente, por la mejor sanidad posible, el urgentísimo reto de las pensiones, etc. Y hacerlo desde un estado más eficiente, que gaste menos y mejor, porque la carrera de gastar más además de no ser la solución, ya vemos a qué nos ha llevado y es una burra que no se le puede colocar a los votantes indefinidamente. ¿Por qué las izquierdas no podrían hacer suyas algunas de las banderas del liberalismo? Si son racionales ¿qué importa?

Por eso tal vez sería momento de dejar de sobar tanto las etiquetas, yo soy progresista y tu no, soy de izquierdas desde que eché los dientes, etc... y empezar a centrarse en resolver los problemas, que son muchos y urgentes.

O igual es el momento de crear nuevas adscripciones: los solucionadores y los mirones. Porque en la de piadores y creadores de problemas ninguno va a querer que le apuntemos.

 




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