La crisis de Venezuela VI. La situación hoy

Jose Valle, 24/05/2017    #VENEZUELA, #CRISIS



Imagen: tpsdave

Mayka, nombre ficticio de una empleada del gobierno, nos cuenta las dificultades de vivir con el salario mínimo actual de 65.000 bolívares (Bs) al mes, a pesar de que ella gana un 20% más. Explica que un calzado barato, que no dura más de medio año, puede costar más de 50.000 Bs, es decir, hace falta el salario de un mes para comprarse unas zapatillas de origen chino, que compraríamos en España por menos de 10 euros. El gobierno ofrece bonos de alimentación de 135.000 Bs, más de dos veces el salario mínimo, con lo que algunos venezolanos pueden contar con el equivalente a 200.000 Bs al mes para hacer frente a los gastos básicos.

Con este presupuesto pueden comprar huevos a 14.000 Bs, un kilo de carne por 12.000 Bs o uno de arroz por 6.000 Bs. Eso quiere decir que un salario mínimo daría para comprar 4 docenas de huevos y con la ayuda del gobierno podría conseguir 14 docenas. Al escribir este artículo un español que cobre el salario mínimo podría comprar 693 docenas, a 1,19 euros en Eroski, cadena de supermercados. Un venezolano que consiguiese comprar 700 docenas de huevos de forma habitual pronto estaría entre la clase acomodada.

Pero además de tener el dinero necesario para comprar, hay que encontrar los productos. Un ciudadano de Maracaibo, de Caracas o cualquier otra ciudad, tendría dificultades ya que llegan con cuentagotas y en muchos casos acaban en manos de los bachaqueros, que los revenden a precios mucho más caros. El acceso de los bachaqueros a los productos, en las tiendas y centros de producción, es facilitado por las fuerzas de seguridad. 

Tal y como nos comenta Mayka, una familia de 3 ó 4 miembros necesitaría no menos de 600.000 Bs para comer. Prácticamente ningún trabajador, independientemente de la posición laboral que ocupe, es capaz de llevar semejante sueldo a casa. Incluso sumando los de varios miembros sería difícil alcanzarlo. Productos como compresas, pañales, champú o gel de baño, son lujos inalcanzables para muchos. Al venezolano medio no le queda otro remedio que buscarse la vida, hacer horas, chapuzas, trabajar en consultas privadas o bachaquear a diferentes niveles, para sacarse unos bolívares que le permitan completar el mes.

El cambio del bolívar respecto a otras monedas es un indicativo de la situación del país. En otros lugares no hay diferencia entre el cambio oficial y otros alternativos, si lo hay son apenas céntimos de diferencia. En Venezuela, de acuerdo con el cambio oficial, hacen falta unos 10 bolívares por dólar americano. Según el mercado paralelo, con 5.300 Bs se compra un dólar, y con 5.800 Bs un euro. Es decir, el salario mínimo venezolano son 12 euros.

La situación es deprimente. Debido a la diferencia entre lo que se gana y el coste de vida, la mayor parte de la población pasa hambre y sufre malnutrición en diferentes grados. Luisa, nombre ficticio de una profesional del sector sanitario, nos cuenta algo inimaginable en nuestro país: los enfermos deben llevar medicinas e insumos básicos si quieren recibir tratamiento adecuado, debido a la carencia en los hospitales. El personal se las ingenia para trabajar con sus escasos recursos, pero no es posible hacer mucho más sin medios, y cada día muere gente de la manera más absurda y evitable por carecer de lo imprescindible. Si la profesión médica sufre un severo estrés de forma habitual, en Venezuela la situación es insoportable, nos indica Luisa.

El personal médico del hospital Manuel Nuñez Tovar, en Maturín, ciudad de medio millón de habitantes al noreste, denuncia las agresiones, así califican a las presiones que reciben por parte de la dirección del centro, para que no acudan a las manifestaciones multitudinarias que se producen por todo el país. Se les recuerda que deben sus cargos a la revolución bolivariana, por lo que no deben asistir a estos actos. Los jefes de servicio se han negado a seguir ocultando las condiciones en las que trabajan y la falta de lo más básico, para poder llevar a cabo cualquier tratamiento, a los pacientes y sus familiares.

Las anteriormente mencionadas filtraciones del ministerio dirigido por la destituida Antonieta Caporales, solo confirman el deterioro de los servicios de salud venezolanos, que en 2002 había llegado a su nivel más bajo de mortalidad, con 4,98 por cada 1000 habitantes, y que no ha dejado de crecer hasta alcanzar las 5,57, en 2015. Esas décimas que parecen poca cosa, significan 15.000 muertos más por año. Son muchos desde que el chavismo gobierna el país.

Y es que el parecido entre Venezuela y Cuba es cada vez mayor. Teresa, profesional de la informática, nos cuenta que en 2010 visitó la isla caribeña y que cuando veía las colas en las tiendas, no entendía como habían llegado a ese punto. "Aquí si comes no vistes y si vistes no comes" era el dicho de los cubanos, que nos repite ahora y que entonces le resultaba imposible creer. Aquellas colas de cubanos le dolían y muy poco después, cuando volvió a Venezuela, empezaron a aparecer a la vuelta de su casa. Aunque todo esto se comenzase a gestar mucho antes, ve a Chávez con una cierta amabilidad, dice que tenía cosas buenas, pero le reprocha que dejase a Nicolás Maduro en el poder, al que hace principal responsable del estado actual. Pero lo cierto es que hace falta tiempo y muchos colaboradores para llegar al nivel de desastre que se vive en su país.

En semejante estado de pobreza la situación entre las propias familias es también complicada, hay enfrentamientos y enemistades de los que Luisa nos da algunos ejemplos. Entre ellos destaca el producido entre un empleado en la oficina del gobierno que gestionaba las expropiaciones y que tuvo que avisar a su hermano de que la empresa para la que trabajaba estaba en la lista. El desacuerdo en el seno de las familias a veces se manifiesta en enfrentamientos violentos y aunque muchos chavistas empiezan a desandar el camino, la brecha que se ha abierto será difícil de cicatrizar.

Después de utilizar al Tribunal Constitucional para eliminar la Asamblea Nacional del tablero del poder en Venezuela, como si aquí el nuestro cerrase el Congreso de los Diputados, Maduro ha movido ficha. Ahora la jugada es hacerse una constitución a medida, para perpetuarse en el poder. Para ello contará con 500 delegados, la mitad elegidos imparcialmente entre las filas chavistas, y el resto mediante voto regional y secreto por el resto de ciudadanos. Pero incluso entre esos 250 delegados, Maduro juega con las cartas marcadas, porque no podrán votar los que no tengan el carné equivalente a la seguridad social española. Esto deja fuera a parados, amas de casa o estudiantes entre otros, justamente los colectivos entre los que se encuentran sus principales detractores, los mayores perjudicados del sistema chavista. Este movimiento ha incendiado los ánimos de una población que ya estaba al límite de su paciencia.

Durante los ultimos meses las manifestaciones y protestas se han repetido incesantemente por todo el país. Marchas en algunos casos con centenares de miles de manifestantes, frenadas violentamente por las fuerzas de la policía, la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y los Colectivos -paramilitares armados por el gobierno de Maduro procedentes de los círculos chavistas-, o de forma sutil por cortes de tráfico por obras o inesperados y surrealistas controles policiales. Los muertos en estos 45 días superan ya las cincuenta personas, además de cientos de heridos y miles de encarcelados. Aunque se han producido algunas protestas de mujeres y abuelos, la mayoría están protagonizadas por jóvenes estudiantes en su gran mayoría pacíficamente, aunque los episodios violentos son cada vez más habituales, y previsiblemente crecerán en intensidad. 

Sin embargo, es posible que algo esté cambiando en Venezuela. El periodista Buenaventura Noriega reflejaba en un artículo reciente las palabras de su compadre Serapio: "Nicolás I vive horas desesperadas". En la información se refería a terceros que le decían "Les estoy diciendo la verdad, constátenlo ustedes mismos. Los guardias nacionales, policías y colectivos se encargan de la represión, pero el ejército no sale. No quieren salir con las manos ensangrentadas, aunque sus jefes puedan terminar presos. No les importa". Incluso entre los partidarios del régimen cada vez hay más críticas y son numerosas las voces que se levantan. Al fin y al cabo la escasez afecta a la mayor parte de la población. Sin ir más lejos las revueltas de El Valle, un feudo chavista, asustaron a la cúpula madurista por la aceleración de acontecimientos, cuando se vieron sobrepasados por los que hasta hace poco eran sus propios seguidores, en un desenlace que se anuncia dramático.

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