Es la vida, estúpido

Jose Valle, 26/02/2019    #INNOVACIÓN, #NOVEDADES, #ESPAÑA




Desde la muy sacrosanta y socialdemócrata Europa se le tiene ojeriza a la innovación. Todo lo que huela a nuevo espanta. ¿Cómo hemos llegado a esto, con lo que hemos sido? Miramos con recelo cualquier cosa que llegue desde el otro lado del charco, las ocurrencias de esos americanos por civilizar. Y aún con más miedo que cautela lo que venga de Oriente, gentes que no respetan la dignidad del ser humano, se dice. Y sin embargo es desde allí desde donde nos están comiendo la tostada, unos con una innovación bien engrasada por sus sociedades, otros con unas ganas que siempre me han apabullado, desde que en los noventa vi entrar en mi casa al primer taiwanés con cuatro muestras, sin hablar ni una palabra de español y cuatro de inglés. Porque como habrás adivinado esto no va de Europa, lo que de verdad nos duele y necesita arreglo urgente es lo de España.
España tiene un potencial económico impresionante por desarrollar, no es industrial, no se empeñen, es sobre todo cultural. Somos puente cultural entre América y Europa, nos falta ser cabeza decidida. Somos puente geográfico con África y debería apostarse seriamente por establecer vías tanto físicas como culturales de todo tipo. Tenemos un magnífico clima, al menos de momento, en un parque de atracciones de medio millón de kilómetros cuadrados y somos la huerta de Europa. Hoy la cultura debería ser eje de las políticas de promoción de España a nivel mundial. Apostemos más por la inteligencia y menos por los adoquines, los tornillos si tienen que aparecer lo harán. Solo nos falta creérnoslo, colocar las piezas para que todo lo que tenga que ocurrir suceda de una puñetera vez.
La innovación no es algo que se puede dirigir ni fomentar. No al menos desde la desganada casta política y unas instituciones que son espantosamente lentas y profundamente reaccionarias en cualquier tema que tenga que ver con la economía o las tecnologías. En España, al igual que en Europa, solo saben de poner chinas, de regular, de favorecer a los poderosos sectores que llevan décadas en declive. Y la innovación es justo lo contrario: creatividad, agilidad, ganas... Si al menos se estableciera una cultura institucional de no frenar las ganas...
Cualquier organización política que quiera fomentar la innovación solo tiene que dejar que suceda. No tienen que empujar, ni inventar, ni hacer nada complicado. Es justo lo contrario, simplifiquen y no pongan dificultades. La innovación ocurre por sí sola, siempre que no haya alguien que se empeñe en impedirla. Es ley de vida, la misma que ha salido adelante sin nuestros políticos, desde hace más de 4.000 millones de años.

 




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